El alto rendimiento en el ámbito deportivo o la inteligencia ejecutiva, si nos centramos en las empresas, depende directamente de la capacidad de la directiva de orientar y alinear todas las capacidades de la empresa hacia el objetivo perseguido.
Por eso, aunque los resultados se consiguen ganando en el mercado, el éxito comienza dentro de la empresa y para ello el equilibrio interno entre “actitud ambiciosa” y “actitud emocional” es una premisa básica.
El éxito se consigue cuando no se trata de buscar explicaciones a por qué un objetivo no es posible, sino cuando se descubre “en equipo” qué hay que hacer para que sea posible. Por eso es tan importante promover equipos humanos y métodos que aporten soluciones y compartan decisiones.
Está demostrado que todas las personas son capaces de encarar los objetivos más ambiciosos, cuando se convierten en “sus objetivos”. Lo que resulta en ejecutar su labor con determinación y excelencia.
Se trata de convencer y comunicar adecuadamente, no de imponer. Una de las tareas básicas de la Inteligencia Ejecutiva.