Medio: El País Semanal | 20.11.2016

Articulo escrito por un feminista de gran prestigio

Javier Marías

Los feministas deberíamos combatir (me incluyo, claro que me incluyo) la discriminación laboral y salarial.

Si algo clama en verdad al cielo, en lo que tanto hombres como mujeres deberíamos hacer continuo hincapié, es la diferencia salarial existente (y persistente) entre unos y otras, exactamente por el mismo trabajo. Nunca he entendido en qué se basa, cuál es la justificación, aún menos que se dé en todos los países, no sólo en el nuestro. En Alemania, nación avanzada, la brecha es aún mayor que aquí, y en Gran Bretaña, Holanda y Francia tan sólo un poco menor.

La cosa presenta la agravante de que, según el reciente estudio de economía aplicada Fedea, hace ya tres decenios que las mujeres poseen mejor formación que los hombres, algo que no falla nunca si se analizan personas menores de cincuenta años. “En el mercado de trabajo español el 43% de las mujeres ha concluido estudios universitarios, frente al 36% de los varones”, señala el informe, y añade que, pese a ese superior nivel educativo, ellas se topan con más dificultades para encontrar empleo y, cuando lo consiguen, sus condiciones laborales son peores.

Así, la tasa de paro femenino es seis puntos mayor. La diferencia salarial ronda el 20% a favor de los menos educados, y eso –insisto– escapa a mi comprensión. Si dos individuos realizan las mismas tareas y las desempeñan durante el mismo número de horas, ¿con qué argumento puede discriminárselos en función de su sexo? La situación es tan ofensiva e injusta, y lleva tanto perpetuándose, que no me explico que no ocupe a diario los titulares de los periódicos y de los informativos, y que sólo aparezca o reaparezca cuando se publica algún estudio como el de Fedea, que nada descubre. Se limita a constatar que nada cambia.

 

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