PENSANDO EN EL FUTURO

Me gustaría hablar de algo ajeno a la crisis, pero no puedo. Cada día veo caer directivas de todos los sectores, mujeres valiosas devueltas al banquillo y a las que pido que no se desanimen. Éste es un tiempo difícil para las mujeres. No comparten con sus colegas masculinos la pésima coyuntura, la pagan más cara.

Entre 2007 y 2010 la presencia femenina en la dirección ha retrocedido del 19% al 11,70%. En mandos intermedios, del 32% al 26,8% y en las empleadas de base, del 50,5% al 41,80%. El índice de paro de las españolas es más del doble del promedio de la UE (el 20,5%, sobre una población activa de un 44%). Entre los jóvenes (45%-46% de paro) las chicas sacan cinco puntos a los varones. Y todo eso cuando representan el 61% de las personas con titulación superior en España.

Si me centro en las directivas es porque su caída lanza un mensaje nefasto para quien tenga aspiraciones y luche o haya luchado por cambiar las cosas. Antes de 2007-2008 la situación no era óptima, pero se había ganado terreno y parecía que lo que nos separaba del éxito (es decir, de la igualdad) eran las estrategias, claramente mejorables. Ahora, las mujeres corren el riesgo de interiorizar este retroceso como si fuera lógico, como si sus logros anteriores hubieran sido sólo un préstamo y tocase volver a las ambiciones modestas del pasado.

La ausencia femenina de puestos medios y altos pone en riesgo el relevo generacional de las mujeres en las empresas, lo que justificará la inercia de excluirlas de cualquier promoción, con la coartada de que no hay perfiles suficientes donde seleccionar. Una vez desaparezcan o se pierdan en el organigrama, adiós a la visibilidad y a la posibilidad de abrir sendas a las jóvenes.

Ya hay un dato inquietante: las escasas mujeres en los MBA. Nunca habían pasado de un 25% en ellos, pero la cifra cae. ¿Para qué –parecen decir- semejante inversión de tiempo y dinero si no hay recompensa a medio o largo plazo? ¿Para qué si no hay futuro para nosotras? Mejor refugiarse en sectores clásicos, de relativo valor añadido y a veces de simple supervivencia personal.

¿Pero es eso lo mejor para nuestra sociedad? Del presente sombrío sólo nos salvará el esfuerzo y la puesta en común de todos nuestros recursos y energías, lo que implica no desanimar el talento ni la aportación de nadie, sea en función del sexo o de cualquier otro parámetro igualmente inaceptable. Por ello es preciso, más que nunca, tener (o impulsar) políticas de empresa orientadas a descubrir, retener y proyectar el talento de los mejores –ellos y ellas-.  No es la tónica española.

Con crisis o sin crisis, el 76% de las empresas no dispone de ninguna estrategia que tenga en cuenta a las mujeres y éstas, a su vez, no la reclaman por falta de confianza, temor a no poder conciliar vida personal y profesional, falta de apoyo directo de los superiores y, en menor medida, por no arriesgarse a cambiar de residencia.

Si hay mujeres que prefieren un rincón, que así sea, pero no debe ser la empresa quien despilfarre posibilidades. A pesar de todo, hay que recuperar la esperanza. Aprender las lecciones. Entender el equilibrio de género como un tema estratégico y un imperativo económico. Es más: DEJAR DE HABLAR DE GÉNERO Y HABLAR DE SOCIEDAD.

Y HAY QUE ENTENDER EL EQUILIBRIO DE GÉNERO COMO UN TEMA ESTRATÉGICO.

Aprovechar para convertir nuestras empresas en organizaciones flexibles, centradas en el cliente y orientadas al exterior de manera permanente. Maximizar el uso de las TIC para sacar provecho de toda la diversidad de talentos. La cultura cambiaría y los resultados no se harían esperar.

Eva Levy

Eva Levy