Según la información aparecida en El País, de momento, sólo una candidata se postula con claridad para integrar el nuevo Ejecutivo europeo. La posibilidad de que dos de los tres puestos más codiciados en la UE recaigan en mujeres enmascara una realidad más amarga.
La Comisión Europea, a la que cada Estado miembro aporta su representante, sólo cuenta por el momento con una candidata firme: la ministra italiana de Exteriores, Federica Mogherini, favorita para ocupar el puesto de alta representante para la Política Exterior, adscrito a la Comisión aunque con autonomía de gestión.
Si se amplía el foco a los nombres que circulan de forma oficiosa, las cosas no mejoran: apenas suena una mujer con posibilidades y otras dos con alguna opción. Una proporción mínima entre los 15 nombres casi cerrados, más de la mitad de los comisarios.
Abochornados por este elenco de candidatos a unas instituciones que dicen promover la igualdad de género, las cabezas visibles de Europa —el próximo presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y el de la Eurocámara, Martin Schulz— han advertido de que el Ejecutivo comunitario no puede convertirse en un club de filiación masculina. “El Parlamento me ha pedido que les traslade que éste es un obstáculo para el visto bueno a la Comisión. Les he dicho a los líderes que se lo tomen en serio”, explicó Schulz tras reunirse con los Veintiocho.
La presión es tal que Juncker está utilizando ese argumento como arma negociadora para decidir qué cartera asigna a cada Estado: quienes presenten una mujer tienen más posibilidades de lograr una dirección general de peso, aseguran fuentes diplomáticas.
Además de Mogherini, la mujer que más suena es la belga Marianne Thyssen, eurodiputada conservadora flamenca integrada en el PP europeo. Si el nombramiento de Mogherini se desactivara, tendría cartas la actual comisaria de Ayuda Humanitaria, la búlgara Kristalina Georgieva, muy apreciada en Bruselas. Aunque en su día fue elegida por un Ejecutivo conservador, los socialistas que hoy gobiernan su país podrían mantenerla si optara a un buen puesto. En cambio, la sueca Cecilia Malmström, responsable de Interior en la Comisión, pierde opciones. Donde sí suenan mujeres —aún por decidir— es en Portugal. Esa opción elevaría la cifra a cuatro, precisamente la que maneja la Eurocámara.
Para dar visibilidad al problema, las comisarias enviaron la semana pasada una carta a Juncker para que incorpore al menos a 10 mujeres, un tercio del total. En esta Comisión han sido ocho (contando a la alta representante, Catherine Ashton) y, si nada lo remedia, el peso femenino decaerá. “Usted merece un comienzo fulgurante y con 10 comisarias en su equipo lo conseguirá”, aseguran las dirigentes en ese texto.
Juncker corre el riesgo de ver cómo el Europarlamento le tumba a su equipo. “Estamos dispuestos a rechazar al colegio de comisarios en la votación, a final de octubre”, advierte Iratxe García, la eurodiputada socialista que preside la Comisión de Igualdad de Género.
Esperemos que al final la cordura se imponga.
*imagen vía El País.